¡Váyase, señor González!

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15 diciembre 2009

Editorial de CRÓNICA DE LA RODA

Aturdimiento, sofoco, vergüenza ajena. Indignación. ¿Será posible que uno de los llamados padres de la patria, que un representante de los españoles, de los albaceteños, de los rodenses, sea capaz de decir en un medio de comunicación la sarta de barbaridades que salieron por la boca del diputado González, don Sixto?.

Pues sí­, desgraciadamente es posible. Con la torpeza verbal que le caracteriza y crecido en su demagogia, el ex alcalde fue haciendo un recorrido por todos los temas de actualidad, rematando desde el punto de penalti los centros medidos que le iba poniendo su compadre entrevistador. Sin inmutarse, sin ponerse colorado, se atrevió a decir que en las universidades de Zapatero se está enseñando a los estudiantes de medicina a «matar seres vivos». Y se quedó tan a gusto, complacido en la barbaridad que acaba de soltar e impune de responsabilidad penal, salvo que alguien se decida a exigí­rsela.

No es la primera vez que Sixto González desbarra. Recuerden el episodio en plena campaña electoral, cuando buscando adeptos para su candidatura, soltó la lindeza de que el Gobierno de Zapatero estaba subvencionando a los asesinos de ETA. Ya entonces sentimos esa sensación de sopor, de bochorno… tanto que estuvimos a punto de renegar de nuestra condición de conciudadanos del personaje; pero como aquí­ da la impresión de que vale todo, vuelve y nos pega otro meneo de barriobajerismo en su repaso a los temas de la polí­tica nacional, de la que, sinceramente, más que un padre parece un padrastro sin utilidad conocida, que quiere contrarrestar en apariciones como esta.

¿Se atreverí­a el señor diputado a discutir todos los temas de los que perpetró opinión, con cualquier oponente sin retirarse con el rabo entre las piernas a mitad del debate?. ¿Sabe el Partido Popular hasta donde es capaz de llegar en sus conclusiones su insigne correligionario? ¿Le da lo mismo?.

Hicimos un esfuerzo para escucharlo desde el principio hasta el final. Naturalmente acabamos en el diván del psicoanalista. Le explicamos lo sucedido. Le contamos lo de que dijo de la escuchas telefónicas, lo del colegio con nombre de falangista, lo del crucifijo y la cruz de San Jorge del escudo del Barí§a, lo de los agricultores que jamás votarán al Psoe, salvo algún acérrimo despistado. Nos cobró más que de lo habitual porque nos reconoció seriamente afectados y nos recetó unas jornadas de reflexión en una casita de la sierra. Se puso a nevar y aquí­ estamos aislados pero contentos, a salvo de cualquier agresión a nuestra inteligencia. De momento. Hasta que decida volver el í­nclito diputado con sus preclaras conclusiones, porque mucho nos tememos que va a volver.