Vicente Aroca vuelve a preocuparse más por su imagen delante de las cámaras que por el interés general de La Roda
No es la noticia del año, como la quiere presentar el equipo de Gobierno y sus innumerables voceros y medios afines, pero el homenaje a los suboficiales del Ejército del Aire que se celebrará en La Roda el próximo 18 de abril es, sin duda, un acontecimiento positivo para la localidad. Afortunadamente, atrás quedaron los años en los que un acto así no era más que una ridícula exaltación patriótica con un tufillo casposo, que se hubiera hecho insoportable de no ser por ese punto cómico de aquellos militares barrigudos. Pese a que todavía algunos dirigentes del PP rodense y sus tentáculos anhelen aquellas filas tan prietas, hoy el Ejército es una institución más o menos moderna, integrada -quién lo diría hace solo 28 años- en la democracia española. Y un acto así, en el que además se rendirá tributo a un piloto ligado a La Roda que falleció en accidente en tiempos de la II República, puede ser hasta bonito, lúdico e, incluso, emocionante.
Es digno de aplaudir, por tanto, que el equipo de Gobierno -especialmente el alcalde- haya conseguido el compromiso del Coronel Jefe de la Base Aérea de Albacete para que los rodenses disfruten de una exhibición aérea de la patrulla «Águila» de la Academia General del Aire, por ejemplo. Pero se echa de menos que Vicente Aroca no busque con tanto tesón algo más que ver dibujada en el cielo la bandera de su querida España y fotografiarse con el Jefe del Estado Mayor del Aire. Recordar que el primer edil no ha sido capaz ni siquiera de poner en funcionamiento una piscina cuya inauguración anunció hace casi un año y que lleva un retraso de más de cinco, resulta, sencillamente, indignante. Con el agravante de que ha sido uno éste de los pocos asuntos en los que se le ha requerido verdadero liderazgo político. Pero no ha estado a la altura. Como no ha estado a la altura en la lucha contra la crisis, para lo que no ha puesto en marcha ninguna iniciativa propia, mientras repartía culpas entre otras administraciones.
Ya hubieran firmado otros alcaldes, del signo que fuese, encontrarse con una legislatura en la que su único cometido hubiera sido ese, además de administrar una inversión millonaria procedente del Gobierno de España y muy favorable para sus intereses electorales. Pero hasta eso ha sido incapaz de hacer bien Vicente Aroca. Porque él ha dedicado casi todo su tiempo y esfuerzo en parecer simpático y en buscar cualquier foto favorable. Y como en los 20 años que lleva en un despacho del Ayuntamiento le ha dado tiempo a fijarse en los parásitos de la vida pública y ha tomado nota de los profesionales del cuento chino, ahí sigue: perpetuado, contando los días que faltan para que vuelva a ser elegido por un pueblo acrítico, indiferente y agradecido.
