Lunes santo. Preludio de días de asueto y tradición. Semana Santa y futbolera, con menú diario para todos los gustos. El Jueves procesión al Municipal para empujar a un equipo que se ha quedado quieto en cuarenta puntos, inimaginados al principio, insuficientes todavía, que no permiten relajación alguna. Ni se la pueden permitir los actores principales, ni nos la debemos permitir los que acudimos a ver. Lejos van quedando muchas cosas y no podemos dar cuartel a la nostalgia. Urge atacar desde todos los flancos, y el jueves, frente a los yogurines de Mareo, hay que echar el resto. Envite total.
No sirvió el partido en el desangelado Matapiñonera para poner coto a los últimos desvaríos. Ni contra diez. Este no es mi equipo que me lo han cambiado.
En el Carlos Belmonte, victoria más complicada de lo que dice el marcador. El Alba sólo jugó bien cuando se puso por delante, hasta entonces lo de siempre, mucha intención y poco fútbol. Tres puntos que nos colocan de nuevo entre los mejores y un detalle que no se debería volver a repetir. El espectador, que paga, es soberano y se manifiesta como le parece. El futbolista, que cobra, deber atemperar los nervios y las pulsaciones. Si encima eres el capitán, con mayor motivo. Lo de Calle estuvo muy mal. Estamos esperando una disculpa más elocuente que la que ensayó ayer, minutos después del desaguisado.