Opinión

La funcionaria

10 mayo 2012

  • ¿Hasta qué punto se toman los trabajadores públicos licencias con las que no se atreverían en la empresa privada?

Cuarentona ella, poco atractiva, con buena pinta. Trabaja en una biblioteca pública del barrio de Chamberí, en Madrid, que es un barrio de gente con buena pinta. Me acerco al mostrador con cuatro DVD: Toro Salvaje, Mad Max, Torremolinos 73 y Sexo, mentiras y cintas de vídeo. Los dos primeros para devolver, los otros dos para llevar. Me da las buenas tardes a media voz, con una sonrisa natural. Trajina con los DVD por debajo del mostrador y suena un móvil a toda pastilla, canción barata de adolescentes. La amable auxiliar de biblioteca brinca de la silla como si le hubieran puesto un brasero de picón en el asiento. Será por la vergüenza de que le haya sonado el teléfono: va a apagarlo, se va a poner roja y luego me va a pedir perdón. Los cojones: llega al perchero, mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y contesta. Sí, dime, ah.

Yo y mis DVD aguardamos a que la amable auxiliar de biblioteca finalice esa llamada a vida o muerte que ha dejado en el limbo nuestros trámites de adopción temporal. Sonríe la mujer y se atusa el pelo mientras sigue la conversación, a dos metros de nosotros. Una compañera se da cuenta de nuestro desamparo y toma el relevo: ¿Cómo va esto, cuáles devuelves y cuáles son para llevar? Esas dos me las llevo. Y en treinta segundos ha escaneado los códigos de barras de mi carné y de las pelis, ha estampado los sellos con las fechas de devolución y ha desmagnetizado las pelis para que no piten cuando salga por la puerta. La que comenzó la tarea sigue hablando por el móvil, contenta.

Funcionarios de mierda, pienso. La hija de puta esta no se hubiera atrevido a hacerlo en una empresa privada. Y si lo hace en la mía se va a la puta calle antes de colgar. Zorra. Se creen los funcionarios estos que por aprobar una oposición tienen patente de corso. Me alegro de las bajadas de sueldo, del aumento de horas, que trabajen, chorra, que cobran del dinero de los contribuyentes, y ese dinero es sagrado. Y se me ocurre que por qué los maestros y profesores tienen que tener tres meses de vacaciones pagadas. Injustificable. Luego no les da tiempo a preparar las clases. Me vienen a la mente amigos, familiares y conocidos que presumen de que esto de ser funcionario es el coño de la Bernarda, y me jode: ¿subidas de impuestos y de tasas para pagarle el sueldo a estos, que no hacen nada y encima presumen de ello?

La caminata, con Torremolinos 73 y Sexo, mentiras y cintas de vídeo en la mano me enfría la sangre y me abre las meninges, y por esa rendija se me cuela la idea de que más que funcionaria, esa auxiliar de biblioteca cuarentona y con buena pinta es una maleducada, una maleducada del siglo XXI (en lo tradicional se defiende: recordemos esas Buenas tardes a media voz con sonrisa natural, que no todos los bibliotecarios saludan), ya saben, espera que es que me están llamando, como si no pudiera esperar el que llama, y estos elevados pensamientos me conducen a la lógica e infiero que habrá funcionarios gandules-maleducados, gandules-educados, trabajadores-maleducados y trabajadores-educados y que no es justo generalizar ni que una oposición sea patente de corso para toda una vida laboral.

Imagen portada: imagen real de un anuncio de Google