- Un hombre reclama su derecho a no querer saber nada de la Roja

Rubén es treintañero, riojano afincado en Madrid, ingeniero de caminos, cuentacuentos, viajero solitario de mochila, votante del PP y muy buen tipo. El pasado domingo, como ya hiciera en la final del Mundial de Sudáfrica, salió de casa poco antes de que empezara la final de la Eurocopa. El destino era a ninguna parte: a cualquier parte donde pudiera no saber del partido.
Rubén no está amargado ni es un abertzale de mal corazón ni le parece despreciable todo lo que no sea leer a Hegel y el Financial Times. Con ese paseo por la ciudad de The Walking Dead, Rubén reivindica a lo Gandhi su derecho a la libertad, a poder decidir si quiere participar o no de la misa colectiva del fútbol. Porque ahora no puede.
¿A quién puede molestar el fútbol? ¿A Rubén? No exactamente. A Rubén lo que le molesta es no poder enterarse de lo que pasa en el mundo porque los informativos solo hablan de la Roja, que le hayan cambiado la hora del concierto porque coincide con el partido de la Roja, que le corten el camino al trabajo porque hay celebración de la Roja, que la noche de la victoria de la Roja no le dejen dormir, que todo el mundo hable de la Roja como si en el Pardo se hubiera colado la Pasionaria.
Yo vi la final de la Eurocopa pero entiendo los paseos de Rubén. Ya hay una secta más grande que la Iglesia.
Imagen: Rachel E. Chapman