- Volvieron los toros a TVE y, con ellos, la caterva antitaurina guardiana de la moral

Hace dos o tres días me puse tierna como una osezna recién parida con la hermosa historia de un tipo que arrulla a su perro artrítico todos los atardeceres en un lago, hasta que cae el animal dormido en el regazo humano, su único momento de alivio en estos sus últimos días perros de sufrimiento. Sentí compasión por el chucho y empatía con el dueño. La que no siento por los rumanos que piden en el metro: te interrumpen la lectura y huelen. Y aunque se les marcan los huesos de las clavículas, van de mierda hasta las cejas, mellados y con un mapa de arrugas en la cara como un espejo roto, sé que todo es atrezo, ni pasan necesidades ni hostias: piden porque es más cómodo que trabajar.
Ayer, mientras yo disfrutaba de los toros en la 1 de TVE, los antitaurinos, con su margarita en el pelo, lloraban como Dolorosas la muerte en directo de seis bestias a manos de tres jovenzuelos espadachines vestidos con medias rosas y lentejuelas. Hasta ahí bien. El problema es cuando comienzan los sermones sobre ética, humanidad y otras disciplinas del alma que se me escapan, por ser yo básicamente de secano.
Estas almas hipersensibles, rotas de dolor por las banderillas que colgaban de los lomos de los toros, intentaban construir un mundo mejor, esto es, un mundo sin toros, a través de sus protestas en las redes sociales, pero accediendo a las redes sociales a través de dispositivos electrónicos ensamblados por asiáticos semiesclavos de los que apenas sabemos porque no queremos saber. Y si no hay más remedio que saber, siempre se puede recurrir a eso de “Gracias a que me compro el iPad pueden al menos comer estos desgraciaos”. Y dormir lo justo para no morir de agotamiento y no quedarse ciegos. Qué sería de ellos sin nosotros. Que nos den el Príncipe de Asturias de la Concordia.
Los toros nos gustan a unos pocos y los gadgets ensamblados por asiáticos semiesclavos nos gustan a todos: esta es la razón por la que hay antitaurinos pero no antigadgets ensamblados por semiesclavos asiáticos. Ni gente que pueda dar lecciones de ética a otra gente, salvo los profes que atienden a los raritos del cole que no dan religión.