Opinión

Políticos

23 octubre 2012

  • Dedicado a la manía de los políticos de poner plaquitas allá donde van a inaugurar algo

Placa conmemorativa en el castillo donde se encuentra la Basílica de la Vera Cruz (Caravaca de la Cruz)

El otro día estuvo por estos lares nuestra querida presidenta María Dolores de Cospedal, y el revuelo que se armó. Venía a obsequiarnos con dinero público, que no de ella, que es lo que aparenta siempre que un político realiza este tipo de actos.

Me indignan estos eventos, muy similares a las inauguraciones de edificios, puentes, carreteras, pantanos, en los que el político de turno planta la plaquita con su nombre para la posteridad, que no para la prosperidad, como si lo hubiera pagado con su dinero, como si le perteneciera. No dejan de ser actos de propaganda política.

Hay edificios públicos que han sido inaugurados varias veces, y hablo con conocimiento de causa. Allá por el año 2000, cuando el nuevo edificio de los juzgados era un triste solar, una olvidada ministra de justicia, con nombre de flor y apellido de militar alemán, vino a inaugurarlo. El motivo no era otro que darse a conocer en la provincia, ya que se presentaba como diputada por Albacete. Hasta entonces, lo único que debía saber de nosotros, como todos los madrileños, es que estamos camino de la playa. Un par de años más tarde, cuando el edificio llevaba varios meses funcionando sin necesidad de que ningún político le diera el visto bueno, otro ministro vino a inaugurarlo de nuevo, colocando la plaquita que resplandece en la entrada y que todas las mañanas ciega mis ojos. Fue la primera y única vez que se abrió la puerta de autoridades del juzgado. Sí, hay una puerta de autoridades, en pleno siglo XXI.

Es gracioso ver cómo, en campaña electoral, los políticos se afanan en inaugurar carreteras todavía en obras, edificios que son solo solares o aeropuertos que nunca tendrán aviones. Rectifico, no es gracioso; lo sería si hubiera sido costeado por ellos. Y no digo solo el edificio, sino también el ágape que se ventilaron después de tan improductivo acto.

Hace poco reformé el baño de mi casa, al terminar las obras invité a los vecinos a la inauguración. Puse una placa al lado del papel higiénico con el siguiente lema: “Reformado cuando era propietario del inmueble Pedro José Gaona”. Ridículo, ¿no? Hice los honores y eché la primera meada delante de ellos, el ruido del agua al estirar de la cadena hizo de himno, sin letra, como el español.

Si los políticos dedicaran más parte de su tiempo a trabajar por el bien común y menos a hacerse autobombo con nuestro dinero aumentaría su prestigio. Como he dicho otras veces, los políticos son necesarios, sus privilegios no.

Por la misma regla de tres, los políticos también deberían poner una placa con su nombre en todo lo que hicieran mal. Ya sé, no habría metal suficiente para tanta chapuza. Por ejemplo, una a la entrada del SEPECAM con la leyenda: “Se ha quedado usted sin empleo siendo presidenta de la Comunidad María Dolores de Cospedal”. A que no hay…

Parece que me estoy volviendo un poco político, ya que, ahora, cada vez que micciono en el baño de mi casa, contemplo con orgullo mi nombre en la placa que felizmente coloqué el día de la inauguración. Aunque hay una diferencia, una gran diferencia: esa reforma sí que la pagué con mi dinero. ¿O es que el otro día vino María Dolores a regalarnos a todos los rodenses dinero de su bolsillo?