- La subdelegación del gobierno ha multado a algunos de nuestros agricultores con cuantías importantes porque en sus parcelas algunos listos se dedican a plantarles entre el maíz, marihuana

Parecía mentira que algo así pudiera ocurrir en nuestro pueblo. No me lo creía cuando comentaron la noticia en la tele local: narcotraficantes en nuestra localidad. Una peligrosa banda de delincuentes que se dedica al tráfico de drogas opera en La Roda a la vista de todos, sin ninguna vergüenza. Sus componentes son vecinos nuestros, nos los cruzamos con ellos todos los días en la panadería, en el supermercado, en la plaza. Y como todos los delincuentes organizados, utilizan como tapadera una muy digna profesión, una labor sacrificada y trascendental para la sociedad y la economía local: la agricultura.
Armados de tractor y cosechadora, esta peligrosa organización delictiva que emula al cártel de Cali o de Medellín, no cultiva la planta de la cocaína, como ocurre en Colombia, sino la más modesta de la marihuana.
Parece ciencia ficción, pero la subdelegación del gobierno ha multado a algunos de nuestros respetados agricultores con cuantías importantes porque en sus parcelas algunos listos se dedican a plantarles entre el maíz, marihuana; aprovechando la altura que alcanza la planta y el cuidado que estos dedican en su cultivo. Aprovechados que se valen del trabajo ajeno para su propio beneficio.
Uno de los agricultores multados comentó lo que todos sabemos y que en las altas instancias parecen no comprender: “No podemos ponerle puertas al campo”. Da igual que sea el mismo campesino el que denuncie el hecho al comprobar la existencia de la narcótica planta en su propiedad, la multa cae sobre el labriego como granizo en plena cosecha.
Es imposible que un propietario vigile las veinticuatro horas del día su parcela, como del mismo modo lo es para la autoridad competente. ¿Se trata pues de un afán recaudatorio de un mal gobernante que ha visto un nuevo filón impositivo? No entiendo que pueda ser otra cosa.
Ahora que desde Bruselas suenan campanas de cambio y se pretende reducir drásticamente las subvenciones al campo, y que el gasoil y demás materiales que el labriego usa para desarrollar su trabajo están por las nueves; llega un nuevo impuesto en forma de multa administrativa por no realizar una tarea de vigilancia más propia de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado que de un campesino que tiene bastante con llevar a buen puerto su negocio.
Igual el próximo quince de mayo, en plenas fiestas de San Isidro, la subdelegación del gobierno lleva a cabo una gran redada entre nuestros agricultores en busca del cabecilla de la trama organizada, o igual, con una mayor sensatez, les retira las multas y se dedica a perseguir al verdadero responsable. Espero que nuestros mandamases recapaciten y reculen en su actitud.
Yo, por lo pronto, cada vez que me haga en el microondas una bolsa de palomitas de maíz, voy a comprobar exhaustivamente si entre ellas hay algún resto de marihuana, no sea que la policía irrumpa en mi casa y me detenga por narcotraficante.
¡Ahora caigo! Ya sé por qué mi hijo y yo nos quedamos durmiendo todos los sábados por la noche viendo la tele a la vez que nos comemos las palomitas. Y yo que lo achacaba a lo malo de los programas. Que también.