Opinión

Wert, ¿aprendiz de Berlanga?

14 diciembre 2012

  • El ministro agita el engaño ante nuestros ojos, embestimos ingenuamente y nos encaja una estocada nacional-católica hasta la bola

Los amantes del cine hemos disfrutado durante años de las anécdotas, casi siempre divertidas, que los cineastas españoles Luis García Berlanga, Rafael Azcona y Juan Antonio Bardem, entre otros, contaban sobre cómo consiguieron burlar a la censura en los años 50. Viendo ahora películas como El Verdugo, Plácido o Bienvenido Mr. Marshall, uno no concibe cómo fue posible que ciertas cosas se vieran en los cines de la España franquista. Ellos lo explicaban: se trataba de meter en los guiones auténticas barbaridades, a sabiendas de que serían rechazadas por los censores, para conseguir finalmente que lo que sí les interesaba mostrar quedara en la versión definitiva, con el visto bueno de la censura.

El ministro Wert, a pesar de haber manifestado públicamente su desprecio por el cine español (y por nuestra cultura en general), ha demostrado conocer perfectamente las técnicas de distracción que emplearon aquellos genios. Con su proyecto de nueva Ley de Educación (LOMCE), nos lanza el anzuelo de la españolización de los estudiantes catalanes, como él mismo la llamó, nosotros picamos como ingenuos pececillos, y mientras tanto, y si nadie lo remedia, nos cuela reformas de mucho más calado, que podrían hacer retroceder al sistema educativo nacional cuarenta o cincuenta años.

Sólo por citar un par de ejemplos a vuelapluma: el Consejo Escolar quedará reducido a la condición de órgano meramente consultivo, perdiendo todo poder de decisión y aprobación de documentos tan importantes como el Proyecto Educativo de Centro o la Programación General Anual. Esa potestad recaería, con la nueva ley, exclusivamente en el director del centro, quien además, entre otras nuevas atribuciones, podría decidir no contratar a un profesor interino si éste no presenta un “perfil idóneo” para ejercer la docencia en su escuela o instituto. Muy democrático todo, por no hablar de la serie de concesiones a la Iglesia católica que devolverían la educación de nuestros hijos a los tiempos del nacional-catolicismo.

Mientras tanto, los socialistas piden que el adoctrinamiento religioso salga del currículum oficial de la enseñanza pública, algo que ellos, que han gobernado durante más de veinte de los últimos treinta años aprobando dos leyes orgánicas de Educación, jamás tuvieron los arrestos necesarios para llevar a cabo. Así nos luce el pelo.

LibroVV.AA., Beber para contarla (2009) [Great Irish Drinking Stories, 2002]. Los irlandeses tienen fama, ganada a pulso, de grandes bebedores, además de buenos conversadores y exagerados contadores de historias (el Libro Guinness de los Records tiene su origen en una discusión de pub). El whiskey y la cerveza Guinness flotan en el fondo de muchas de las páginas más bellas escritas desde la verde Eire. Al poeta y dramaturgo dublinés Brendan Behan se le conocía como “ese bebedor que tiene un problema con la escritura”, por poner un ejemplo. El editor Peter Haining reunió en esta antología una representativa muestra de la narrativa irlandesa del siglo XX, con la bebida como tema común. Están, entre otros, James Joyce, John Millington Synge, Samuel Beckett, Patrick McCabe o Malachy McCourt, hermano menor del autor de Las cenizas de Ángela. Mi favorita es Sed, de Flann O’Brien. ¡Beban y lean!

DiscoPink Floyd, The Wall (1979). En mi primer año de B.U.P., la profesora de Educación Plástica nos puso a pintar murales en algunas paredes del instituto. En el de la pared exterior del comedor aparecieron algunos de los dibujos que se podían ver en el interior de la carpeta del famoso doble álbum de Pink Floyd, junto con las primeras palabras de Another Brick in the Wall, part 2: “We don’t need no education …”. Desde luego, no necesitamos educación, si es la que nos propone el señor Wert. En otra canción del disco, Mother, el protagonista de la historia pregunta a su madre: “Mother, do you think they’ll try to break my balls?”. Pues sí, están intentando rompernos las pelotas, y con mucha dedicación, por cierto.

PelículaRichard Curtis, Radio Encubierta (The Boat that Rocked, 2009). “1966. La época más grandiosa del Rock’nRoll británico. Pero la BBC Radio solamente emite 45 minutos de música pop al día.” Así comienza esta divertida, y a veces tierna, película sobre la edad de oro de las emisoras piratas en el Reino Unido, que tanto hicieron por la difusión del rock en una época en que ni siquiera en las Islas Británicas estaba todavía muy bien visto. Toda una celebración de la música popular de los años 60 y de las emisoras musicales. Supongo que en estas fechas lo normal es verla al calor del brasero de la mesa camilla, pero me atrevo a sugerir que la aparten, porque es imposible que no se arranquen a bailar en cualquier momento. Por cierto, la recomendación no es directamente mía, a mí me la hizo mi amigo Paco Yébana.