- Hace dos días que estábamos asándonos en nuestras fiestas patronales y, casi sin darnos cuenta, ya está aquí la Navidad

Hace dos días que estábamos asándonos en nuestras fiestas patronales y, casi sin darnos cuenta, ya está aquí la Navidad. En nuestro pueblo, el Ramón y Cajal y las calles aledañas se engalanan con luces y adornos típicos de tan señaladas fechas. Aunque cada vez menos, por la maldita crisis. Salvo en la cervecería Fox, que contemplando el espectáculo de luz con el que han adornado este año su fachada, idéntica a la del paseo, da la sensación de que se trata de una continuación de la propia avenida. En un primer y deslumbrante vistazo, parece que se han apropiado de un trozo de la iluminación navideña instalada en el Ramón y Cajal.
Para completar la decoración, el ayuntamiento planta un artificial árbol de Navidad al lado de la renovada fuente, con un sempiterno nacimiento y adornos reciclados de años anteriores, como debe de ser, como todos en nuestras casas. Pero podríamos hacerlo más bonito y duradero. Me refiero al árbol.
Yo le propongo una idea al ayuntamiento: ya que tenemos un gran espacio disponible al lado de la citada fuente, ¿por qué no plantar un gran abeto, o un gran pino? Sería algo más natural, ecológico y económico a largo plazo. Disfrutaríamos de su sombra en verano y lo engalanaríamos con rimbombantes adornos durante la época navideña.
No me dirán que no quedaría bonito. Apostemos por lo natural, abajo lo artificial.
Y hablando de artificial, ¿no les parece muy artificial que un político admita sin rechistar las consignas de su partido? Que si un día le dicen que subir el IVA es malo, lo acepte, y que si unos meses después le explican que subirlo es lo mejor, se lo trague también. Es uno de los motivos por los que no podría ser político. No me veo en el pleno de un ayuntamiento cualquiera votando a favor de una iniciativa con la que no estoy de acuerdo, por mucho que me lo pidiera mi hipotético partido.
Deberíamos plantar políticos naturales, que no estuvieran al dictado de ninguna formación política y que pensaran por sí mismos. Alguno hay y así le va. Deberíamos mimarlos, regarlos, abonarlos, podarlos con cuidado y votarles.
Pero hoy toca hablar de la Navidad, tiempo de paz y de felicidad, de comidas familiares y de cuñados, de cenas con los compañeros de trabajo, de regalos y amigos invisibles. Pero pronto olvidamos la verdadera esencia de estas fechas. Lo que realmente se celebra es que alguien vino al mundo para cambiarlo hace más de dos mil años. Independientemente de creencias religiosas, agnosticismos y ateísmos, el mensaje que dejó fue revolucionario entonces y lo es ahora: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Pues eso, dos milenios después su palabra parece que no ha calado mucho.
Ya vemos cómo andan en la tierra donde vino al mundo, en la que extremistas religiosos en nombre de un mismo Dios se reparten mamporros. Muy parecido a lo que se vive en un partido al realizar las listas electorales, o en una comida de Navidad con mis cuñados. Deseadme suerte, hoy estoy con ellos. Feliz día de Navidad.