- Si se aprueba la ley educativa que plantea el gobierno del PP, volveremos a las escuelas de sotanas y separación de niños y niñas

Disculpen que insista. Ya hablé aquí hace algunas semanas sobre la contrarreforma educativa proyectada por el ministro Wert y el peligro de que suponga un lamentable retroceso en aspectos esenciales de la educación española. Entonces solamente mencioné un par de cosas, relativas a las nuevas atribuciones de los directores de los centros educativos y la práctica anulación de los Consejos Escolares como órganos de regulación democrática de la vida escolar. También aludí a las concesiones a la Iglesia católica, aunque sin entrar en detalles. Hoy sí entro.
Un primer ejemplo: en el borrador del anteproyecto de ley se suprime del currículo de la Educación Secundaria Obligatoria la asignatura de Educación para la Ciudadanía y se aumenta la carga horaria de la de Religión católica. Otro detallito: se bendice la segregación del alumnado por sexos, invocando, para curarse en salud me imagino, una convención de la UNESCO de 1960, que espero que no resista ni cinco minutos en manos de los magistrados del Tribunal Constitucional. No creo que haga falta mencionar que las citadas propuestas de reforma se consultaron con la Conferencia Episcopal, o quizá fueron directamente redactadas al dictado de Rouco Varela.
El Diccionario de la Real Academia define el término oscurantismo de la siguiente manera: “1. m. Oposición sistemática a que se difunda la instrucción en las clases populares. // 2. m. Defensa de ideas o actitudes irracionales o retrógradas”. O yo soy muy retorcido, o esa definición le va como anillo al dedo a la reforma educativa planteada por el Gobierno del PP y la jerarquía católica, que, es obvio, nos quieren lo más desinformados posible para podernos robar a manos llenas impunemente. Pero igual hay suerte y, visto lo que se está publicando en la prensa en los últimos días, la llamada Ley Wert no llega ni al Congreso de los Diputados.
Libro – Javier Marías, Corazón tan blanco (1992). Quienes conocen bien mis gustos literarios se debían estar preguntando por qué aún no había traído a estas recomendaciones ninguna obra del escritor madrileño, probablemente nuestro mejor autor vivo (para mí, desde luego, lo es), quien ya empieza a estar en las quinielas para el Premio Nobel, pero no sé si llegará a ser un candidato sólido por falta de apoyos en España (me remito a lo que dije la semana pasada sobre Blasco Ibáñez). El título de esta obra maestra, traducida a más de treinta lenguas, que ha vendido más de un millón y medio de ejemplares en todo el mundo y es seguramente su mejor novela, está sacado, como los de todas las demás hasta 2007, de las tragedias de Shakespeare, en este caso de Macbeth. Tómense su tiempo, porque una historia que trata sobre el enorme poder de las palabras, sobre la culpa, sobre la necesidad o no de saber ciertas cosas…, requiere una lectura reposada.
Disco – The Beatles, Let It Be (1970). El 30 de enero de 1969, The Beatles actuaron por última vez en público, en la azotea del edificio de su compañía discográfica, ante la mirada atenta de un puñado de privilegiados y la estupefacción de los viandantes, que no daban crédito a sus ojos desde unos metros más abajo, al pasar delante del número 3 de Savile Row, en Londres. El concierto, improvisado pero no mucho (en realidad estaban filmando un documental), acabó siendo interrumpido por la policía. Aun así, les dio tiempo a interpretar hasta nueve temas, varios de los cuales (Get Back, One After 909, I’ve Got a Feeling) ya habían grabado para este disco, que sin embargo fue el último en publicarse, después de Abbey Road (1969).
Película – John Madden, Shakespeare in Love (1998). Para quienes no están muy familiarizados con William Shakespeare, una bella historia de amor, premiada con siete óscars de los importantes, así que podemos hablar de una muy buena película. Para quienes conocemos (y amamos) la obra del bardo de Stratford, hay un valor añadido: el impresionante guión de Marc Norman y Tom Stoppard, éste último uno de los mayores expertos shakespearianos del mundo. Ganaron el óscar al mejor guión original, pero bien podría haber sido al mejor guión adaptado, puesto que gran parte del mismo consiste en cambiar de contexto frases y diálogos completos de las obras más famosas de Shakespeare, además de un buen número de guiños a la historia de la literatura de la época (destacan las apariciones de los dramaturgos Christopher Marlowe y un John Webster todavía niño, en un par de escenas descacharrantes). Grandes interpretaciones de Gwyneth Paltrow, Colin Firth, Joseph Fiennes, Judi Dench, Ben Affleck y, por encima de todos, un magistral Geoffrey Rush. La banda sonora, de Stephen Warbeck, es también muy recomendable (y también se llevó el óscar). Habré visto esta película quince o veinte veces. La veré otras veinte, y no me cansaré jamás.
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