Opinión

Otro año que me quedo sin lardear

08 febrero 2013

  • Si en Jueves Lardero hubiera procesión de las de teja y mantilla, sería festivo seguro

Imagen: webos fritos

Hasta hace bien poco, estudiantes y docentes esperábamos, sabiendo que llegaría con seguridad el día anterior o incluso la misma mañana de Jueves Lardero, la comunicación por parte de la inspección educativa de que las actividades lectivas se suspendían después de las 3 de la tarde. Los estudiantes, de hecho, ya se escaqueaban pasadas las 12 de la mañana, dejando las aulas prácticamente vacías, o vacías del todo, porque había que ir a lardear. Para quienes damos clase por las tardes, en la práctica era un día no lectivo.

Desde hace un par de años ya no ocurre así. Las autoridades educativas han decidido que hay que hacer un ejercicio de responsabilidad y dejarse de celebrar festividades no oficiales en mitad de la semana, porque se pierden muchas horas de clase y de trabajo docente, y eso es un despilfarro. Así que ayer por la tarde, allí estaba yo, en mi aula, minutos antes de las 4, con todo dispuesto para comenzar mis clases del jueves, a sabiendas de que, igual que el año pasado, no vendría ni un solo alumno. Y, efectivamente, así fue. Y lo mismo para muchos otros compañeros profesores, que, además del personal no docente de los centros, tuvimos que permanecer en nuestros puestos de trabajo durante toda la tarde, prácticamente cruzados de brazos, y con el consiguiente gasto de luz, calefacción, etcétera. ¿Eso no es un despilfarro?

En cambio, el Gobierno regional no tuvo ningún empacho en recuperar para toda Castilla – La Mancha la festividad del Corpus Christi, que también cae en jueves, por cierto, y cuya celebración religiosa ya se había desplazado sin problemas al domingo siguiente, desde hace bastantes años. Pero claro, el Corpus es sagrado, el Corpus es muy importante porque es el día grande de Toledo y hay una procesión muy bonita a la que asiste nuestra presidenta toda peripuesta con teja y mantilla. Porque hay que ver cuánto le gustan a nuestra presidenta una teja y una mantilla. No sé, será que ella se ve más atractiva, más sexy. Pero lo cierto es que parece un espantajo.

LibroJoaquim Maria Machado de Assis, Memorias póstumas de Blas Cubas (1881). «Al gusano que primero royó las frutas de mi cadáver dedico con sentido recuerdo estas memorias póstumas». Si uno lee eso ya en la página de la dedicatoria, no puede por menos que ver espoleada su curiosidad y continuar leyendo a ver qué tal. Confieso que apenas conocía de oídas a Machado de Assis, sabía su nacionalidad, su época y nada más. Y, de hecho, este libro me llegó como un regalo absolutamente inesperado, hará ahora tres años. Sólo dos días después de aquel “a ver qué tal” terminé esta curiosa y divertidísima novela, deudora del Tristram Shandy de Laurence Sterne, como el propio Machado de Assis insinúa en el prólogo, sabiendo ya que se trata de una de las obras cumbre de la literatura brasileña, y con esa sensación de magia que ocurre cuando nos encontramos con algo o alguien inesperadamente y acabamos pasando unos momentos inolvidables.

DiscoDon McLean, American Pie (1971). El 3 de febrero de 1959 fue el día que murió la música. Así se refería a esa fecha Don McLean en la canción que da título a este álbum, y así se ha conocido desde entonces aquella trágica jornada en que perecieron en el accidente de una avioneta Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper. Ninguno de ellos había cumplido los 30 años. Hace pocos días volví a tener entre mis manos un ejemplar del single de American Pie, una canción de más de 8 minutos que McLean jamás permitió que se editara para hacerla más “radiable”, así que se partió en dos: la primera mitad por la cara A, y el resto por la cara B, con la consecuencia de que en radios y discotecas de la época solamente se escuchaba media canción, y aun así justificaba el precio del elepé completo, junto a otra joya, Vincent, dedicada a Van Gogh y que creo que es la canción más hermosa jamás escrita sobre un artista.

PelículaPeter Webber, La joven de la perla (2003). O cómo convertir el proceso de creación de una gran obra de arte en una historia apasionante, contada con una enorme sensibilidad. Hasta aquí habría que atribuir el mérito a Tracy Chevalier, autora de la novela, pero la belleza de la película es obra de Webber (fue su primer trabajo como director) y, sobre todo, de la espectacular fotografía de Eduardo Serra, que consigue, con su magistral manejo de la luz y el color, hacernos creer que la acción se desarrolla en un cuadro viviente de Jan Vermeer. Y todo se redondea con un notable trabajo actoral, encabezado por los siempre solventes Colin Firth y Tom Wilkinson, y una joven, recién descubierta para la gran pantalla, Scarlett Johansson.