Tengo que reconocer, a pesar de que no albergaba grandes expectativas, que las fiestas mayores de nuestro pueblo, que recientemente hemos dado por finiquitadas, han sido una de las mejores que he disfrutado en los últimos años. El alarde de imaginación que nuestros gobernantes han exhibido ha compensado con creces la falta de presupuesto que padece últimamente todo aquello que lleva a cabo nuestro ayuntamiento. La crisis agudiza el ingenio.
Para comenzar me sorprendió gratamente, en el tradicional pasacalle inaugural, no divisar a ningún político entre los participantes: ni locales ni gerifaltes venidos de Albacete, Toledo o Madrid. Por una vez ganó la sensatez y los políticos se colocaron en un segundo lugar, alejados de las cámaras y de los flashes. Curioso fue ver cómo reñían por ver quién pagaba los perritos calientes que se agenciaron en el Papas Loro.
A continuación, un deslumbrante castillo de fuegos artificiales provocó que tuviera que echar mano de mis gafas de sol. Durante unos minutos parecía que en La Roda amanecía en plena noche. El cuello me molestaba de tanto mirar al cielo, un arcoíris se sucedía tras otro en un éxtasis de colorido y derroche de luz.
Esa misma noche me encaminé con mi mujer a uno de los conciertos que este año ofrecía el ayuntamiento. Espectacular el recital de Chenoa. Ya mucho antes de llegar al campo de tierra se oían los acordes de sus lindas melodías. Celebrado fue el momento en el que unos cuantos triunfitos le dieron una sorpresa a la ex de Bisbal y se pusieron todos juntos a cantar “Mi música es tu voz”. Al concierto de Pablo Alborán preferí no acudir, sus empalagosas melodías me producen somnolencia, y está uno en una edad que no necesita mucha ayuda para echar un sueñecito a ciertas horas.
Grandiosa fue la corrida donde seis toros seis hicieron las delicias de una plaza abarrotada, donde las peñas no pararon de bailar al son de la multitud de charangas que daban colorido musical al coso municipal. Los reventas del pueblo sacaron pingües beneficios con la gran afluencia de público al bello espectáculo. En el quinto de la tarde, mi hijo pequeño pedía la oreja con su pañuelo de Bob Esponja mientras que al morlaco le manaba la sangre a borbotones por la boca. Creí morir de placer ante tan bella estampa.
Muy entretenido fue el partido que jugó La Roda contra un equipo de primera división, tal y como se nos había prometido a los aficionados. Un Albacete Balompié recién ascendido compareció en el municipal con sus flamantes nuevos fichajes. El internacional Albiol se estrenaba con la camiseta del queso mecánico. Todo amabilidad, se hinchó a firmar cientos de autógrafos que colmaron la ilusión de la chiquillería.
El viernes por la noche salimos a cenar con los amigos. Para huir un poco del follón y del jaleo local, y así descansar del loco ajetreo de las fiestas mayores, cogimos nuestros vehículos y pusimos rumbo a Fuensanta. Fue agradable mientras que cenábamos en una terraza de la vecina localidad escuchar sin problemas los placenteros sonidos de la carpa de noche, ¿o era la de día?, ¿o era la de noche?, vamos, de la carpa. Sentí envidia de los vecinos cercanos al recinto que tienen la impagable fortuna de gozar a todas horas del melodioso sonido musical que dimana de ella. Son unos suertudos.
Pero los más bonito fue que no conseguí divisar por el Ramón y Cajal a ningún menor bajando de la Plaza Mayor atiborrado de bolsas con bebidas, en dirección hacia quién sabe qué lugar; no fue necesaria ninguna de esas redadas que tan habituales son en nuestro pueblo y que provocan la clausura de algunos comercios de amplio horario por servir bebidas a menores.
Pues estas han sido mis fiestas, en grandes rasgos y sin entrar en por menores: las mejores de mi vida. Aunque no sé si todo ha ocurrido de verdad o ha sido una fantasía; porque, qué es la vida sino una ilusión, que diría Calderón, e ilusión, ¿no viene de iluso?
Si bien es cierto que el derroche caracterizó los tiempos de bonanza, la imaginación debería definir a los actuales. Han dejado muy alto el listón este año, será muy complicado superarlo el que viene. Con poco.
