11 A.M. Aprovecho mi relaxing cup of café con leche de media mañana y robando, como siempre, una pizca de wifi en la cafetería del trabajo, me dejo envolver por el cibermundo de Internet como lo haría el mismísimo Neo en la simulación social de Matrix.
Mi gran amigo Jesús Vaquerizas, prestigioso informático donde los haya en la capital del reino, ha tenido la deferencia de darme un sorpresón con un regalazo que viene de camino en una caja de correos. “Pon este localizador, aquí, en esta página, y te saldrá el estado del envío”, me explica en un mensaje. ¡Válgame, qué avances y qué barbaridad lo que ha cambiado todo esto en cuestión de nada, que ya puedo ver hasta por dónde va el paquete! Bueno, pues eso. El caso es que tecleando el código me viene a la mente la alcaldesa de Cádiz diciendo en rueda de prensa aquello mismo que después rectificó aclarando que no se refería exactamente aTwitter, sino al coste de los datos de red. ¿Lo recordáis? Anda que… ¡para olvidarlo!
«Hay gente… que viene… a pedir ayudas al Ayuntamiento social para comer… ¿eh? ¡Y ‘resuelta’ que tienen una cuenta en el Twitter! Que sepa yo, eso cuesta dinero. ¿No? (pausa) Estar… (golpe con los nudillos en la mesa). Tener… (mirada nerviosa al tío de al lado, que rápidamente sale al quite). Tener acceso a Internet… (colocamiento de pañuelo al cuello con movimiento de larga cambiada) ¿Eso es gratis?» (pausa más larga) ¿Eso es gratis? (silencio)».
¡Hay que ver, hay que ver! Pienso en su reflexión tan profunda y hasta me entra cargo de conciencia. Ufffff… ¡Vaya tela! Y yo aquí, ahora mismo, conectado por toda la jeta y consultando cómodamente los datos que necesito gracias a un magnífico servicio que la sociedad estatal pone a nuestra disposición en la red. ¡Habrase visto!
Espero que, desde que Teófila Martínez soltara su polémica y muy criticada perla este pasado verano, alguien haya tenido tiempo de explicarle tranquilamente y sin prisa que en estos tiempos informatizados que nos ha tocado vivir, Internet es más que necesario. Mucha gente sin recursos, la misma a la que tanto critica por escribir en Twitter y no tener ni siquiera para comer, se ve obligada a conectarse a Internet para buscar las últimas ofertas de empleo, presentar una simple solicitud de trabajo o enviar un currículum. Resulta chocante y paradójico. ¿No creéis? Además, parece desconocer que hoy en día, cualquier organismo dependiente del Estado exige realizar hasta el más mínimo trámite o consulta a través de la red. Y, por supuesto, lo mismo ocurre con la mayoría de empresas públicas o privadas.
Os cuento la experiencia reciente de un señor de 50 años, sin conocimientos informáticos de ningún tipo, que presenta en mano la solicitud para un trabajo de almacenista. El encargado de personal va y le suelta que lo siente mucho, pero no se la puede aceptar porque es absolutamente obligatorio rellenar el impreso que aparece colgado en la web de la empresa. “¿Y por correo ordinario no se puede?”, pregunta. “No. Sólo por Internet”, dice el otro. Así que no le queda más remedio que marcharse cabizbajo y abatido, pensando que quizá deba plantearse la posibilidad de matricularse en un curso de informática e invertir sus pequeños ahorros en un ordenador de segunda mano, sólo para poder enviar sus credenciales y salir algún día de esta amargura. Y como él, miles de casos todos los días dentro de un mundo conectado virtualmente. Entonces… aquí falla algo. Si todos lo tienen montado de esta forma, ¿cómo van a encontrar trabajo aquellos que critica la alcaldesa por pedir ayudas sociales para subsistir mientras escriben en Twitter? Es la pescadilla que se muerde la cola. Así que, señora Martínez, no diga usted gilipolleces, por favor.
La alcaldesa parece no saber que, hoy en día, resulta casi obligatorio disponer de una conexión a Internet hasta para pedir cita en el médico, Y por eso, es normal y lógico que muchos usuarios utilicen las wifis de espacios o centros públicos (como los puntos de acceso gratuitos repartidos por la ciudad, que ella misma gestionó con la intención de “fomentar la conectividad inalámbrica e interacción ciudadana”) para poder realizar cualquier trámite burocrático o seguir buscando entre las ofertas de empleo un trabajo que, a pesar de todos los esfuerzos, nunca termina de llegar… porque eso, señora alcaldesa, no cuesta dinero pero muchos le contarían gustosamente lo desesperante que puede llega a ser. Y bueno, ya de paso, tampoco está de más que aprovechen la conexión para hacer una paradita en los foros de debate y criticar lo que haya que criticar… que de eso se trata en política y por eso se encuentra usted ahí, para escuchar las quejas de todos y cada uno de los ciudadanos a los que representa.
Y mientas pasan por mi cabeza todas estas reflexiones en modo flashback, aparece el resultado de mi consulta en la pantalla del portátil. El paquete ya está en la oficina de Correos pendiente de entrega. ¡Qué rapidez y qué buen servicio! ¡Así da gusto! Y qué comodidad poder saberlo mientras me tomo un café bien tranquilito, conectado a Internet en una wifi gratuita, rodeado de buena gente y todo ello sin costarme ni un solo euro porque, además, acaban de invitarme. El día promete… por supuesto siempre que no venga alguno/a y lo eche a perder. Que también, también suele pasar.
