La lección de Jorge

  • Cansado de la apatía que asola el país, el 12 de octubre Jorge decidió iniciar por cuenta propia una agresiva huelga de hambre indefinida
  • Su objetivo: forzar la dimisión del gobierno actual y llevar a cabo necesarios cambios estructurales en un sistema que asfixia
Foto: Julio Jesús Tébar
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27 noviembre 2013

Durante seis interminables semanas, la madrileña Puerta del Sol se convirtió en su hogar y el hambre en su inseparable acompañante. Jamás perdió la esperanza. Se llama Jorge Arzuaga y llegó a la capital cargado de ilusiones, con un saco de dormir bajo el brazo y dispuesto a alzar la voz ante lo que considera “la estafa de un sistema que nos pisa y quita la vida”.

Nació en Bilbao. Tiene 25 años. Ingeniero de Caminos en paro y activista comprometido con todo tipo de causas y problemas sociales, formó parte del movimiento 15M y ha tendido su mano a destacados proyectos humanitarios en India, Perú y España. Cansado de la apatía que asola el país, el 12 de octubre decidió iniciar por cuenta propia una agresiva huelga de hambre indefinida. Su objetivo; forzar la dimisión del gobierno actual y llevar a cabo necesarios cambios estructurales en un sistema que asfixia, aunque en todo momento ha dicho sentirse satisfecho si con su pequeño gesto lograba provocar la mínima reacción de los españoles ante una situación insostenible. Pero no. Lamentablemente no ha sido así. La apuesta resultaba demasiado arriesgada y utópica en un país controlado, aborregado y conformista al que nunca, nada ni nadie -excepto el fútbol- consigue movilizar, pase lo que pase; aunque después, eso sí, las quejas de unos y otros sean habituales en “petit comité”.

Con notable pérdida de peso y casi sin poder articular palabra por culpa del agotamiento físico, Jorge acudía cada mañana a la verja de la estatua ecuestre de Carlos III. Allí, acompañado por otros jóvenes que de forma gradual se iban uniendo a la lucha -como Alejandro, Gisela, Alex, Juan Manuel, Frank, Juan o José Luis- coordinaba campañas de recogida y distribución de alimentos. Ellos no probaban bocado, pero ofrecían la oportunidad de ayudar en su nombre a los más necesitados. Los equipos de emergencia del SAMUR, velaban puntualmente por su estado de salud; y al caer la noche, los vecinos de la zona colaboraban facilitándoles ducha, cama y descanso hasta que volvían a ocupar el lugar habitual en la plaza a la mañana siguiente. Y así, un día tras otro ante la vergonzosa falta de atención y censura de los serviles y adoctrinados aduladores del Gobierno. Ningún político -explicaba Jorge a Crónica de La Roda– se ha interesado jamás por ellos ni ha sido capaz de ofrecerles la más mínima explicación ante sus reivindicaciones.

Pues sí. Los grandes medios han silenciado descaradamente su ejemplar acción; los mismos que, curiosamente, abrían cada edición de sus informativos con un exhaustivo seguimiento a las distintas huelgas de hambre iniciadas por el preso de ETA Iñaki de Juana Chaos. “Al Estado no le interesa que esto se vea y se conozca”, comentaba una anciana acariciando la cara del joven bajo la lluvia que caía en Madrid el día de nuestro encuentro en Sol. El lema “yo no trago”, utilizando el doble sentido de no comer ni consentir, fue motivo de fuerza y ánimo para el movimiento creado en torno a este pequeño rincón situado en el origen radial de las carreteras españolas.

Jorge no inició una huelga de hambre para pedir justicia por un familiar en situación desesperada, ni para exigir un puesto de trabajo, ni por cualquiera de los muchos motivos personales por los que suelen llevarse a cabo estas duras reivindicaciones, casi siempre sin resultados efectivos por la incomprensible indiferencia de los propios responsables que las provocan. No fue por eso, no. Estuvo ahí por todos y cada uno de nosotros, por el futuro de 47 millones de españoles, poniendo en juego su propia salud y luchando por un futuro mejor. No buscaba protagonismo, ni intentaba ser héroe, líder o mártir. «A mí no me representa nadie, ningún partido político y ninguna organización. Yo tengo voz para mí mismo y me represento a mí mismo», explicaba en un vídeo grabado para dejar clara su postura. “¿Quién soy? Un ciudadano. ¿Qué hago? Huelga de hambre. ¿Por qué? Por ti. Por mi: Paro, corrupción, desahucios, sanidad, educación… ¿Cuál es el tuyo?”, rezaba una de las pancartas en las que explicaba sus argumentos bajo el hashtag #MotivosJorge.

Quizá pensando en la triste decisión que se vería obligado a tomar cuatro días más tarde, nos confesaba la posibilidad de dejarlo antes de poner en riesgo su salud y la de sus compañeros. Y así ocurrió. Finalmente, tras 41 días en huelga de hambre, la pasada semana abandonaban por culpa del cansancio, la salud y la indiferencia general. Lamentablemente, si esperan que el Gobierno dimita o la sociedad reaccione, podrían haber muerto sin que su esfuerzo haya merecido la pena. Está visto que intentar cambiar algo con cualquier iniciativa personal carente de apoyo, se convierte en una tarea más que complicada dentro de una país que permanece dormido e impasible ante todo lo que ocurre a su alrededor.

Ahora, la lucha continúa, pero desde otros frentes. Tienen claro que no merece la pena perder la vida por nadie, y mucho menos por quienes únicamente los apoyan a distancia o con una palmadita en la espalda, los que piensan como ellos pero no son capaces de mover ni un solo músculo para intentar cambiar el rumbo de la nación. “40 días sin comer. ¿Qué vas a hacer tú?”, planteaba un cartel al finalizar el acto reivindicativo. Nada. Absolutamente nada. Lo tengo claro. Seguiremos sin hacer nada. Y lo poco que nos dejen, ya se encargarán otros de ocultarlo con censuras o nuevas leyes antidemocráticas de las que, por supuesto, hablaremos en otro momento.

Pero una cosa está clara. Como decía Eduardo Galeano, “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Por eso, me sale del alma gritar, bien alto y claro, un contundente: ¡Olé tus huevos, Jorge! Nos has dado una gran lección. Me contaste que no querías ser un héroe, pero te aseguro que para mí… ya lo eres. Y de los grandes. Muchas gracias, amigo. Has sido el primero en mover ficha. Ahora nos toca a nosotros seguir la partida.