A punto estuvimos de conseguirlo. Lástima el churro que metió el tal Oscar Martín, que los mete de todos los colores, el mismo que le endiñó un balón a la escuadra al pobre Bocanegra, cuando todavía no se había cubierto la media hora de partido.
Ocurrió, pues, que nos hicimos muy malas cuentas en la primera mitad, visto lo visto, que fue muy poco por cierto. Los de rojo han perdido esa vitola de equipo agresivo en su predio, dominador, contundente… Tanto le está costando haberse quedado sin su terminador más cualificado. Los goles de Arturo ya son historia y a partir de ahí comenzaron los problemas y las dudas. Bueno, a lo que íbamos. Después del acierto de ellos, nosotros pusimos una vela a la Virgen de los Remedios por si nos concedía el empate. Si intercedió o no depende de lo que cada uno quiera creer, por aquello de la fe, ya saben; lo cierto es que al árbitro le debió entrar una especie de ataque de devoción mariana y en un plis plas les pitó un penalti y les echó del campo a un chaval que estaba jugando bien y que se llama Manu Palancar.
Piojo, salió de la costura defensiva blanquinegra, se inventó el penalti y culminó la gesta por el centro de la portería, cuando el guardameta se había lanzado por donde no era. Puestos a pedir, se nos ocurrió implorar tres puntos, que falta nos hacen, de manera que volvimos a recurrir a la ayuda divina y el cielo nos respondió. Jugada de N’Gal, pase horizontal al punto de penalti, caraja monumental de uno de los centrales y Viyuela, que menudeaba por allí, la manda al fondo de la portería. Después del entusiasmo y la borrachera –de júbilo, digo- y de la presencia de Espínola –que debió jugar desde el principio- todo parecía más sencillo, los tres puntos al alcance de la mano. Y caían los minutos. Pero resultó que ellos también tienen virgen –no me pregunten cómo se llama. María, desde luego- y se apareció sobre el césped del Municipal e intercedió para que el tiro birrioso del tal Martín, diera en el culo del defensor rodense y terminara con nuestro sueño. ¿Pues no pedíamos el empate? Pues eso.
Por la mañana en la ciudad de las siete torres, en la sartén de Andalucia, se jugaba el Albacete tres puntos muy importantes en un partido que requería mucha atención por más que el rival sea el farolillo rojo, que similar experiencia tuvimos frente al Córdoba B y nos dejamos lamentablemente los pelos en la gatera. Así que había que estar atentos desde el principio y dejarse las jerarquías en la caseta, que el balón es redondo y bota para todos igual.
Fue Rubén Cruz, que se conocía el empedrado, quien ajusticiara a sus antiguos compañeros, con dos goles que añaden oropel a su curriculum. Entre el uno y el otro, tuvo el Albacete cinco mil seiscientas oportunidades que desperdició lamentablemente, de manera que cuando se enfilaba la recta final, aparecieron fantasmas en forma de gol, de esos que les hemos contado que ocurrieron en La Roda y que te dejan con cara de tonto. Menos mal que no fue el caso y que, encima, contamos con la inestimable ayuda de El Palo, que es ese barrio de Málaga, donde nacieron Basti o Aranda, por ejemplo y que tiene un equipo donde nosotros, casi en el averno del fútbol, y que le empató a la Hoya que se nos iba y que nos la ha dejado más cerca.
Jornada para concebir esperanzas y para empeñarse en mejorarla, que urgen los puntos que acercan al objetivo. El domingo que viene, más.
