El centro de gravedad de la cosa

  • Al pasar por la fuente de la plaza Mayor dan ganas de sacar una jeringuilla
Fotografías de J. A. Charco
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28 marzo 2014

A los leones de la fuente de la plaza Mayor se les ven los fémures de hierro porque la fuente se está descarnando como si tuviera lepra. Yo también he pasado decenas de veces por la plaza Mayor y sólo me di cuenta el otro día. Están bien disimuladas la fuente y hasta la plaza Mayor, la una disfrazada como glorieta para distribuir el tráfico, la otra como aparcamiento en superficie.

En otros lugares, los raros serán ellos, la plaza Mayor suele ser la joya de la corona, más o menos modesta, más o menos grande y monumental, pero siempre la niña mimada, que para eso es la plaza Mayor, y en esos otros lugares, raros, la plaza Mayor suele ser un espacio peatonal y de terrazas, la foto de postal; aquí la plaza Mayor la llenamos de coches y a la fuente, el centro de gravedad del pueblo, la rodeamos también de coches y de contenedores: cuatro para la basura y tres para reciclar papel: siete contenedores, siete en plena plaza Mayor. Si alguien pudiera desvelar el misterio de los tres contenedores para el reciclaje de papel.

Aquellos lectores que se vayan a aventurar a asomarse, años después, a lo que hay al otro lado del anillo de coches y bajo esos árboles despeluchados que siglos ha vieron un jardinero, a dar fe de que se le ven los fémures a los leones, recomiendo hacer la visita con ropa de vendimiar, por si de forma accidental el explorador rozara el banco corrido que rodea la fuente, intuimos que originariamente blanco, intuimos que originariamente diseñado para sentarse, antes de la consolidación de la capa de mugre que protege la piedra de las inclemencias duro clima manchego.

Que quizá pueda ser esa una salida para explicar por qué la piedra de la fuente se cae a cachos, el sol, el hielo, el aire, el agua, la polución de Madrid, pero cómo se explica el abandono del lugar, el centro de gravedad del pueblo, la fuente de la plaza Mayor, los tres leones que no echan agua, los chorrillos verticales atascados, los árboles despeluchados, el jardincillo que rodea el vaso de la fuente, donde las colillas y los tapones de las litronas, los vidrios y la mierda luchan por agarrar en la tierra entre la mala hierba, cómo se explica eso. Gracias a que los coches y los contenedores tapan la cosa, la fuente de la plaza Mayor, y a que los de Castilla-La Mancha TV ya se tienen aprendido que tienen que enfocar de la esquina de Alcañabate para arriba.

Tanta celeridad y tanto interés que ha mostrado nuestro Ayuntamiento en los últimos días en preservar y elevar la dignidad de los muertos, los de hace un siglo y los de hace días, no estaría de más que se acordara de la dignidad de los que siguen vivos, que no se acordaban de que tenían una fuente en una plaza Mayor pero ya sí, y que seguro que quieren que esa fuente, centro de gravedad del pueblo, recupere su dignidad, que los leones vuelvan a tener chicha, que puedan volver a sentarse a tomar el fresco en la piedra blanca mientras de fondo suenan los chorrillos de agua, quieren los vivos dejar de tener ganas de sacar una jeringuilla cuando pasan por allí como si estuvieran en un callejón del Baltimore de ‘The Wire’, porque no es el callejón de un suburbio, es la fuente de la plaza Mayor de su pueblo, el centro de gravedad de la cosa, en el más amplio sentido de la palabra.