Cuando la crisis económica ya sorbía el tuétano del toreo, el ganadero más famoso y cotizado no tuvo más remedio que vender uno de sus animales para las fiestas de Tordesillas. El toro murió en la vega y la hija del ganadero, que tanto disfruta viendo lidiar sus toros en la plaza y que va a ser ganadera de lidia, le retiró la palabra al padre. El silencio duró meses.
Cuando llega el Toro de la Vega la mayoría de aficionados a los toros también calla, como la hija del ganadero, aunque no haya padre al que castigar: calla abochornada por lo que ve del torneo en los medios de comunicación y calla cohibida por una protesta social cuyo histerismo amplifica mil veces su tamaño: sólo en el entierro de un miembro de Hamás hay más ardor que en una manifestación contra el Toro de la Vega.
Y eso es lo que da miedo. Tanta dinamita por compasión con un animal y tanta tibieza con el sufrimiento humano.
Cuando uno es capaz de cogerse el día libre en el trabajo para ir a Tordesillas, echar horas y euros de carretera, encadenarse a un puente, pegarle fuego a lo que haya por allí y provocar hasta que caiga la pedrada para poder ir corriendo a contarlo en la tele, cuando uno es capaz de todo eso por compasión con el toro pero luego pasa de largo cada día cuando se cruza con el negro que pide en la puerta de Mercadona, pues como que da que pensar.
Es verdad: el que se encadena al puente de la vega también siente empatía por el negro que pide, la prohibición del Toro de la Vega y procurar el bienestar del negro son cosas compatibles y que se pueden simultanear, pero no es menos cierto que nunca jamás nadie ha montado una barricada para llamar la atención sobre la situación del negro que pide a la puerta del Mercadona, del Mercadona que todos tenemos al lado de casa, que no hace falta coger el día en el trabajo para ir a Tordesillas.
Lo más parecido que se ha visto al ardor tordesillano en versión pro seres humanos ha sido en los desahucios, demasiado poco para poder decir que nos importan más las personas que los animales.
El día que en este país arda Troya en defensa de los derechos humanos me apunto a pegarle fuego a Troya y luego al viaje a Tordesillas. Mientras tanto, respetad mi decisión de no humillar a lo más desgraciado del género humano, aunque le duela a ‘Elegido’.
