Las peleas de concejales en el barro, aquellos “Y tú de qué vas”, parece que van quedando lejos, sepultados en el tiempo por un pleno municipal más fino y sosegado, como si hubiéramos pasado del patio de la cárcel al salón de té. Da gloria seguir ahora los duelos de seda entre Berruga e Iglesias, de tono tan agradable y educado, sin acaloramientos ni subidas tempestuosas de volumen, “Después de usted”, les falta decir entre acusaciones de despilfarro y mentiras.
Ahora, con la corrección con la que se le pide a Bautista una nubecilla de leche en el rooibos, Constantino Berruga amenaza a Alberto Iglesias con llevarlo a los tribunales por mentiroso. Se agradece al edil popular que fuera tan presto en destacar que esta aventura judicial tendría coste cero para el pueblo de La Roda, pues es lógico que tras millonarios impuestos que se traspapelan, multas por irregularidades en la cotización de la Seguridad Social de los funcionarios y un puñado largo de chascos en los juzgados a lo largo del tiempo, algunos paisanos empezaran a hiperventilar con otra apuesta de ruleta rusa del Ayuntamiento con los impuestos que tanto nos cuesta pagar.
Se agradece, una vez más, este detalle a Berruga; ahora solo falta que sea legal el uso tan así de los servicios jurídicos de la Diputación que vicepreside, un uso, digamos, casero, o intentémoslo con más literatura, un uso de los servicios jurídicos de la Diputación que vicepreside como si en vez de Diputación y vicepresidente estuviéramos hablando del torero y su finca. Que lo legal y lo del aire del torero en la finca no son excluyentes, más bien son complementarios en esta España del siglo XXI que con el paso de los años se acerca cada vez más al XIX.
Todo esto, lo de las amenazas judiciales, porque por quincuagésima segunda vez sacó Iglesias a relucir aquel contrato municipal por el que una empresa se embolsó 360.000 euros (no 240.000, como dijo el edil socialista) en un lustro por abrir y cerrar los parques. Y añadimos, para eludir el juzgado: también por vigilar, limpiar y regar. (Luego la jardinería de lujo pasó a ser asumida por trabajadores municipales). Como por fortuna la legalidad campa a sus anchas por la casa consistorial, cuesta entender por qué le molesta tanto a Berruga que se hable de este contrato de los parques. Quizá porque la legalidad y el aire de torero en la finca no son excluyentes sino más bien complementarios en esta España del siglo XXI que se asoma al XIX.
Pero es verdad que las mentiras salen gratis demasiadas veces y que todos deberíamos tener una diputación de la que echar mano para preparar un desfile de amigos en los tribunales a coste cero para el bolsillo del ultrajado. En eso, de acuerdo con el vicepresidente. Y también en que “una mentirijilla de vez en cuando se puede aceptar”. Más: se llega a disfrutar. Como esta:
