Por la pata abajo

  • Llevo unos días que me he hecho muy pero que muy amigo del señor Roca
Foto: SantiMB
02 diciembre 2014

Llevo unos días que me he hecho muy pero que muy amigo del señor Roca. Mi estómago no para de producir unos extraños sonidos huecos que compiten con los ruidos del tráfico de mi concurrida calle, y unas contracciones gástricas más propias de un acróbata del Circo del Sol que de un señor de mediana edad. Hablando en plata, que me cago por la pata abajo. Mi médico afirma que es un virus, que paciencia, que es cuestión de una semana. Cuando un galeno no tiene ni repajolera idea de lo que te pasa le echa la culpa a un bichito; los virus son para los médicos lo mismo que Zapatero para Rajoy: un chivo expiatorio, la herencia recibida.

Si continúo así una semana más, el retrete y yo pasamos a ser una sola persona. No es por desacreditar al doctor, pero yo creo, más bien, que es algo que me ha sentado mal. Algo debo haber comido o bebido que ha desequilibrado el buen funcionamiento de mi frágil organismo.

Mientras que le voy dando vueltas a la cabeza sobre la posible causa de mi desarreglo, escucho al portavoz socialista decir que según la última inspección llevada a cabo en los depósitos, existen hasta siete deficiencias en el suministro de agua de nuestro pueblo. Vamos, que no está protegido de posibles contaminantes, que hay fragmentos oxidados, que pueden entrar insectos voladores y que por las inmediaciones hay excrementos de perro y restos de comida.

La madre que los parió, qué leches un virus, lo mío ha sido del agua, que más que agua, por lo que dice el vocero de la oposición, es un caldete de cacas de perro, mosquitos, herrumbre y contaminantes cociéndose a fuego lento bajo el implacable sol manchego. “Que lo que te hace engordar son las dos cervezas que te tomas todos los días”, me decía mi mujer. A mí lo que me hace echar barriga es el agua de La Roda, que tiene más sustancia que el cocido de mi madre. Ya tengo una excusa para regresar a la cervecita fresca y abandonar mi régimen de los dos litros de agua diarios, que estoy empezando a croar como las ranas.

Pero esto no puede quedar así, según el representante de la oposición nuestro consistorio nos quiere envenenar. Menuda pandilla. Estoy indignado. Cuando ya tengo en mis manos la escopeta para irme hacia el ayuntamiento y liarme a tiros con el responsable, escucho a nuestro alcalde cómo rebate, punto por punto, lo anunciado por el portavoz de la oposición, y además le llama “mala persona” por haber omitido que, a pesar de las deficiencias observadas, todas de carácter menor, el agua es apta para el consumo. Que él bebe agua del grifo. Solo le faltó saborear un vaso en directo al estilo de su antiguo jefe, don Manuel Fraga Iribarne.

Pues aquí estoy yo, con la escopeta cargada y sin saber para dónde tirar, si hacia el ayuntamiento o hacia la sede del partido de la oposición, porque estoy hecho un lío. Que si no está muy bonito decirle feas palabras al contrincante, tampoco está muy guapo alarmar a la población con medias verdades. Todavía quedan seis meses hasta las elecciones, estemos atentos, sobresaltos de estos nos vamos a llevar muchos.

A pesar de todo le estoy muy agradecido al señor Iglesias por sus ponderadas declaraciones, pues, del susto que me ha metido en el cuerpo al hacerme creer que me estaban envenenando, se me ha cortado de golpe la cagalera que llevaba varios días sufriendo. Para mí es un ángel, y desde ahora será siempre conocido en mi casa como el señor Fortasec. Y yo que decía que no servía para nada la oposición.