La Roda CF planta cara, el Alba llega tarde

  • Reflexión sobre el empate de La Roda CF ante la Balona y la derrota del Alba en Mendizorroza
15 diciembre 2014

Debía ser que entre Samu y la Balona había alguna cuenta pendiente, ¿a que sí? No sé por qué me da a mí… La pilló el bigardo, se revolvió y la mandó a la escuadra, justo hasta donde voló el portero gaditano para sacar una mano increíble. De momento declaración de intenciones en medio de un partido bajo un cielo encapotado y con una hierba rápida como un relámpago.

La Roda se había adaptado antes y mejor dominando el balón y el juego, proponiendo al rival un juego de florete y filigrana cuando todo parecía indicar que lo más adecuado era sacar el hacha. Se puede habitar por ahí abajo y tener la convicción de que a esto se gana jugando bien al fútbol. Luego hay que pasar de la teoría a la práctica.

Y en esas estábamos cuando, otra vez, apareció Samu. La verticalidad y el buen manejo de Javilillo fueron el preludio de un cabezazo de esos que sueñan los goleadores, salto imponente y balón que limpia las telarañas. Esta vez no llegó Lolo Soler. Uno a cero.

El equipo de Mario Simón transmitía las mejores sensaciones. Los de enfrente venían reputados desde que empezó la competición, su clasificación acorde con el pedigrí de la corona que jalona su escudo. Dicen que este año quieren disputarle la temporada a su ilustre vecino de Carranza. De todo esto se debieron acordar en el vestuario, porque tras el descanso salieron dispuestos a poner en valor tanta aspiración como tienen. Lo pudieron conseguir antes, pero estaba Montiel. Suele ocurrir que cuando uno se lo propone de veras y tiene fundamentos necesarios, termina por conseguirlo y aunque maldita la gracia que nos hizo, llegó el empate que se veía venir. A empezar de nuevo.

Con lo que no contábamos es con la expulsión de Iván Rubio. La inferioridad numérica consiguiente se antojaba un hándicap muy difícil de superar, con la Balona lanzada. Y ahí es donde Mario Simón le ganó a Rafael Escobar. Si no se puede ganar, vamos a procurar no perder. No se vayan a creer, no obstante, que los rojillos se amontonaron en torno a su portería, no. Conscientes de la dificultad, se arroparon sin renunciar a salir en busca de la sorpresa. Lo hicieron bien. Lástima la última de Abel Suárez, hubiera sido el colofón adecuado al buen trabajo, al oficio de los de casa. El empate no fue injusto, a pesar de todo.

El Alba vuelve a perder

Sin solución de continuidad el Albacete se jugaba sus cuartos en Mendizorroza, otro estadio histórico venido a menos pero que congrega en sus vetustas tribunas, un domingo sí y otro también, a varios miles de buenos aficionados. En Vitoria el fútbol tiene un competidor muy importante; el baloncesto. Allí son del Depor, otro Depor, y del Basconia, casi a partes iguales y en algunos casos solapándose los aprecios. Comparecimos todos menos ellos, los jugadores. Los nuestros, digo, que llegaron un cuarto de hora tarde.

Cuando empezó aquello y vimos las legañas, entendimos que no se habían despertado de la siesta. Tuvo que ser a base de hostias, perdónenme los más píos, para que los de Luis César entraran en calor. Lo del gol de Juli era una mera cuestión de tiempo. Antes de batir a Dorronsoro ya habían acumulado ellos un puñado de ocasiones, pim, pam, pum. Y los otros sin llegar.

Así que, cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos amarrados al duro banco, obligados a remar. Es cierto que, con el chorreo de abajo y la lluvia de arriba, se fueron espabilando estos y a aquellos empezó a pesarles el barro en la suela de las botas. El caso es que nos asentamos en el campo y empezamos a jugar a lo que sabemos, el balón por abajo casi siempre, de un lado a otro, moviendo al rival, desgastándole. El problema es que encajamos con facilidad pasmosa y nos cuesta un dolor de muelas acertar con la portería contraria. Quiere decir esto que además de reforzarnos atrás, a lo mejor no es ninguna tontería ir pensando en comprarnos un tío que las meta, ahora en las rebajas de Enero.

Tal es nuestra inoperancia arriba, que el gol se lo tuvieron que meter ellos. Un centro de Núñez hizo carambola en una pierna rival y terminó por impactar en la bota de Einar, canterano del Alavés que acababa de salir por un compañero, y alojarse en el fondo de la portería del barbudo Fernández. Se había conseguido lo más difícil, reponerse de la caraja e igualar el marcador. Ahora había que meter otra marcha, a ver si caía la breva.

No cayó. Y eso que después del descanso los de Luis César siguieron gobernando el partido, el balón era nuestro, el desacierto final también. A ellos les bastaba con esperar, aguantar e intentar salir y la verdad es que tampoco estuvieron muy acertados. Más que nada porque les costaba Dios y ayuda coger la pelota y cuando la tenían les duraba menos que un cantar sevillano. Pero miren por dónde, en una de esas llegó el balón a Juli, el mejor sin duda, que mandó un centro desde la derecha –Núñez no estuvo muy atinado, no- y Jon Vélez le comió la tostada a un gladiador como es Gonzalo, que esta vez llegó tarde, como el changa, ¿se acuerdan?

Demasiado castigo, pensamos. Lo peor es que a los futbolistas les pasó lo mismo. Y de pensar en lo injusto del resultado, fueron paulatinamente bajando los brazos, entregando el partido. Eso lo entendemos, son humanos. Lo que no podemos comprender es que llegaran tarde al partido. De ninguna manera.