Esta Navidad ha vuelto a funcionar la pantalla informativa de la calle Castelar, y su retorno a la actividad ha servido para poner de manifiesto una cosa: que da igual que funcione o que no. Hay una tara de concepto, no un problema técnico.
Es otra la pantalla a la que merece la pena mirar: la de Zinexín. Lo que empezó como una cosa de andar por casa para ver en pantalla grande a gente del pueblo haciendo el monicaco ha sido, en su undécima edición, un monstruo que se ha tragado con gula más de 550 cortometrajes, algunos llegados de donde Carolo perdió el gorro, el mismo que me quito yo ante los organizadores de este festival. Zinexín le da fuste y lustre a la programación navideña del pueblo y le pone gafas de pasta. Su calendario de actividades, que ronda el 20% de toda la programación de estas fechas, encaja además como un guante con el resto de actos, sin solaparse ni importunar ni tapar.
Es un chollo para cualquier equipo de Gobierno que te crezcan en el pueblo Hernanes, Araques, Escuderos y demás secuaces, que se echan a la espalda el Zinexín entero con sus proyecciones, recitales, talleres, videoclubs, etecé. Solo de pensar en tener que trajinar con más de 550 cortos ya sube el calor del cuerpo. Pero si hasta Garci acabaría hasta los mismísimos de tanto cine.
Más: en sus once años de vida, los muchachos de Zinexín han tenido que hacer monda con unos dos mil cortometrajes para sacar a la Casa de la Cultura sólo los ciento y muchísimos mejores.
El festival está consolidado y crece sano, sin saltos al vacío ni pasos en falso. Madre mía, dan ganas de abrir el cava y brindar, y luego soplar y soplar hasta el amanecer. Pero vamos a asomarnos por detrás de los decorados para terminar en un momento con la magia del cine: para que haya Zinexín hay que echar el viaje a Fuentealbilla, 2000 habitantes, a que el Ayuntamiento del pueblo de Iniesta nos preste el proyector, que aquí no tenemos. No es que sea el fin del mundo, y si hay que ir se va, pero luego puede pasar que en la gala de entrega de premios del festival un maestro de ceremonias pizpireto suelte el asunto delante de los gafapastis forasteros que hacen cine y nos entre la risa nerviosa, la del bochornillo y la vergüenza.
Yo creo que si malvendemos la pantalla informativa para sacar para el proyector, todos contentos. Ni el pueblo se merece tener lo primero ni Zinexín se merece no tener lo segundo.
