Bienvenidos. Los puntos también

  • Reflexión sobre los empates del Albacete Balompié y La Roda CF en sus respectivos encuentros
Foto: masquealba
21 septiembre 2015

Pues sí señores, la suerte, como la energía, ni se crea ni se destruye, solamente se transforma. Está ahí y no se percibe hasta que no se muestra en alguna de sus acepciones: la buena suerte o la mala suerte. Eso es lo que ocurrió con los porteros que el Alba se llevó a Anduva. Dos chavales veinteañeros que, de repente, han notado sobre sus hombros el peso de la responsabilidad, al defender la portería de un equipo de fútbol profesional. Su equipo.

Héctor Pizana, que tuvo la “buena suerte”, entiendan el entrecomillado porque se trata de la consecuencia directa de la “mala suerte” de Juan Carlos y Dorronsoro, fuera del equipo por lesión, en ambos casos, soñaba con el día de su debut en el fútbol de verdad y se pasó la semana conjurándose para poder demostrar que puede alcanzar el objetivo propuesto. Su “mala suerte” llegó enzarzada en aquel balón, fuego amigo envenenado, que terminó por enredarse entre sus pies para mayor gloria del delantero que acosaba y que terminó colocado en el punto de penalti, pena máxima manifiestamente empeorable, porque después vino la tarjeta roja y una cascada de sensaciones que sepultaron cruelmente las esperanzas de nuestro tercer portero.

Justo ahí empezó la “buena suerte” de Hugo, el aniñado portero del juvenil que, sin comerlo ni beberlo, se vio, más solo que la una, debajo del larguero y de frente a Ruper, su inminente ejecutor. He de confesar que, sepultado en mi sillón por una carga inmisericorde de malas sensaciones, me dije: dios mío, que sea agua sola. Resultó que las plegarias de un descreído encontraron receptor, o más bien que el disparo del lanzador encontró el brazo firme del chaval y el balón se fue por encima del larguero.

Disculpen la extensión, pero con esto que les he contado quiero llamar su atención, por lo decisivo que resultaría luego, a la conclusión del partido. Y es que el Albacete, con el paradón de Hugo, puso la piedra sobre la que fundamentó una recuperación impensada, después de una primera parte de flojeras incapaces de cerrar un rechace y más pendientes de jugar p’atrás que p’alante. Les pasó a los de Luis César algo que viene siendo preocupantemente habitual: una falta alarmante de intensidad, cuando las circunstancias lo requieren y, créanme, en Anduva lo requerían.

Durante el segundo tiempo, por fin aplicados, el empeño en que no se notara la inferioridad y, por qué no decirlo, la desidia de los de enfrente, confiados en que antes o después llegaría la sentencia, propiciaron un equilibrio que se rompía por momentos, siempre a favor del Albacete. De manera que entramos en una fase de control –ahí ayudó muchísimo Rubén Cruz- y ataque –fundamental la aportación de Samu- que llevaron a la defensa del Mirandés cada vez más cerca de su portero.

Aunque la miopía del trío arbitral mandara a la inopia un claro penalti en el área local y el poste se interpusiera en un rechace de Kijera contra su portería, la fe del equipo de un Sampedro también mejorable, propició un punto de esos que saben a más. En el último segundo del último minuto del tiempo añadido, va Portu y rinde homenaje merecido a sus dos porteros. Va por ellos, por los dos.

La Roda se trae un punto de Getxo

Relativamente cerca de Miranda de Ebro, en el tercer desplazamiento consecutivo a la verde Euskadi, La Roda C.F. se jugaba sus habichuelas sobre un tapete de plástico de última generación, pero plástico al fin y al cabo, que tiene su aquel en una tierra donde tienen el agua por castigo, literal y desgraciadamente en algunas ocasiones. Nos cuentan que el equipo de Mario Simón pasó muchos apuros en la primera mitad frente a un histórico –Campeón de Copa de España cuando no había ni Rey ni generalísimo- Arenas de Getxo, recién regresado a la Segunda B y metido en una dinámica ganadora que, hasta el sábado, le había mantenido holgadamente en la zona noble de la clasificación.

La aplicación en defensa y los arrestos para tirar hacia arriba, nos llevaron a una segunda parte en la que cambió sustancialmente el decorado, de manera que robaron la manija al contrincante y buscaron, los rojillos digo, cada vez con más insistencia la portería de enfrente. Dijo Jon Pérez, otro Bolo, este en el banquillo de los locales, que La Roda les había pasado por encima en el segundo tiempo. No se si fue para tanto, probablemente sí, pero lo cierto es que al final el punto se les antojó a todos como el premio más justo para unos y para otros.

Esto significa que, poco a poco, el equipo se va asentando en este grupo que no tiene mucho que ver con el cuarto y que, sobre todo por allí arriba, exige un esfuerzo y una tensión innegociables.

A estas alturas la clasificación no dice mucho, pero conviene ir tomando posiciones por lo que pudiera venir. Y sumar, aunque sea poco, todas las jornadas es muy importante. Disculpen la “brillante” deducción. Se la escuché a Perogrullo.