Vino Dios a vernos. Qué falta nos hacía… En este tinglado, perdón por el tópico, lo fundamental es que entre la pelotita. Lo demás, viene casi siempre rodado. Casi siempre.
Tal y como estaba el patio, los tres puntos de Portugalete eran oxígeno puro, porque respirando bien se afrontan mejor los problemas financieros; cuando se consigue una victoria, se abre un ventanal por el que entra un chorro de luz que nos permite alumbrar el fondo del pozo en el que tenemos metido el cajón de los cuartos. Aunque solamente sea para que los acreedores puedan comprobar lo vacío que está y se conciencien de la importancia que tiene para un club modesto que todos cumplan sus compromisos.
Los chavales han hecho su trabajo, la Directiva está literalmente a pie de calle, reclamando a los socios más rezagados. Pero no es suficiente si quienes tienen el compromiso firmado, no lo ejecutan inmediatamente. Son esos otros futbolistas, alejados del oropel, obreros del balón, que tienen familias a las que atender, alquileres que pagar. Ellos han dado el paso. Ahora les toca a otros.
El Tenerife toma el Belmonte
El sábado en el Belmonte asistimos a otra representación bipolar de un equipo capaz de hacer de Dr. Jekill o Mr. Hyde, sin solución de continuidad, sumiendo a los más ilusos en el desconcierto, incapaces de saber a qué carta quedarse.
Las excelentes sensaciones de hace una semana, empezaron a desvanecerse nada más comenzar el partido, en otra acción desafortunada de un equipo al que se ve que le cuesta engancharse desde el minuto cero. Ocurrió, pues, justo lo que quería Pep Martí, incipiente entrenador de los insulares, atinar bien pronto y parapetarse después, todos muy juntitos, a esperar al rival. A un rival que no iba a tener su tarde.
Supongo que los que esto leen, están más que enterados de lo que ocurrió finalmente. El Alba no fue capaz de romper esa estadística que dice que llevamos sin ganar dos partidos seguidos en casa, desde el año 2006. Casi nada. Perdimos frente a un Tenerife que no fue mejor ni peor, pero que hizo bien lo que debía, acertar en la portería rival –con la ayuda inestimable y, por supuesto, involuntaria de Miguel Núñez, en el segundo gol, y mantener a buen recaudo la suya, de forma que las embestidas atacantes de los nuestros, torpes en la mayoría de los casos, terminaron diluidas en la maraña que habían tejido delante de su espigado portero.
Menos mal que dentro de nada vuelve a ser domingo y de nuevo tenemos la ocasión de redimir nuestros pecados. Teniendo en cuenta la tremenda igualdad de esta categoría, sin lugar a dudas la más importante de Europa en su nivel, vencer al Girona en su guarida se nos antoja tan posible, como justo lo contrario. El peor rival del Albacete, ahora mismo, es el Albacete Balompié.
