Que vienen los Reyes Magos o algo parecido

  • La ocurrencia de las últimas semanas ha sido la intención de la vil alcaldesa de Madrid de coronar a Reinas Magas en la cabalgata de los hasta ahora tradicionales Reyes Magos
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12 enero 2016

Muchas han sido las polémicas que han acontecido estas últimas semanas: la bajada de pantalones de Mas a la CUP y viceversa, el puzle electoral de nuestras elecciones generales, la batalla en el PSOE…, pero para mí la más trascendental de todas ha sido la intención de la vil alcaldesa de Madrid de coronar a Reinas Magas en la cabalgata de los hasta ahora tradicionales Reyes Magos. El mundo se ha vuelto loco.

No puedo estar más en contra de esta supuesta ocurrencia de la alcaldesa Manuela Carmena, pues introduciría en la cabalgata un valor contrario a nuestra sacrosanta Constitución al poner al mismo nivel a los hombres y a las mujeres en su acceso al mágico trono real. Nuestra sagrada Constitución discrimina a las damas a la hora de alcanzar la realeza frente al varón, el cual es siempre prioritario, y si lo dice nuestra Carta Magna por algo será, no voy yo ahora a entrar en discusión con algo que ya resolvieron los Padres de la Constitución. La idea de la alcaldesa madrileña de que las mujeres irrumpan en el machista mundo de las cabalgatas de Reyes Magos es una perversión constitucional, pues en habiendo hombres han de tener siempre secular preferencia. ¿Qué será lo siguiente?: un Baltasar sin el preceptivo betún en manos y caras, una cabalgata sin el reparto de las tradicionales chuches; o yendo más allá: un Rey y damos de las fiestas rodenses, una presidenta del gobierno, un hombre dando a luz. Definitivamente esto se nos va de las manos.

Como no se ponga coto a estas ocurrencias de las nuevas fuerzas gobernantes al final terminaremos con las tradiciones, como ya ocurriera con el enraizado acto de degollar en nuestras plazas mayores a garrote vil a los delincuentes o la divertida rutina de quemar en la hoguera a los herejes, espectáculos que hacían enfervorizar a las masas y proporcionaban un lúdico entretenimiento a nuestros civilizados antepasados, que no tenían la suerte de disfrutar de programas televisivos como Sálvame de luxe, El cascabel al gato o Mujeres, hombres y viceversa.

Menos mal que solo fue un bulo y la alcaldesa no se atrevió con semejante aberración, pero lo que hizo fue casi peor: eliminar la zona VIP y habilitar esa zona para personas con movilidad reducida y niños con riesgo de exclusión social. Esto sí que ha sido transgresor y una violación a las costumbres: hacer que los hijos y nietos de famosos y políticos vieran la cabalgata como el resto de los mortales, ¡qué fuerte!, y de esto no se ha hablado casi nada.

¡Que estamos hablando de los Reyes Magos! Podríamos criticar los vestidos que lucieron en Madrid, es cuestión de gustos, pero de ahí a que una política diga que a su hija de seis años la señora Carmena le ha fastidiado los Reyes Magos es insultar a la inteligencia, a no ser que se refiriera a la desaparición de la zona VIP y fuera una de las afectadas. Que los que hemos sido padres sabemos que a un niño o niña de seis años le dices que los Reyes vienen vestidos de lagarterana este año y se lo creen, que los padres en estas fiestas tenemos licencia para mentir, que se tragan que un tío orondo baje por una chimenea o que repartan todos los regalos del mundo mundial en una sola noche o que los camellos subieran a un séptimo piso y se bebieran el agua que le habíamos puesto en unos cuencos, y sí, este era mi caso. Hace unos años mi hijo pequeño vio tan natural en la tele cómo los Reyes Magos llegaban a Valencia en barco y al instante, en nuestro paseo, ya estaban montados en sus carrozas. ¡Que son mágicos, hijo, que son unos magos!, le decía a mi hijo como rotundo argumento, y tragaba.

Pero llega un momento que la magia desaparece. El año pasado mi hijo pequeño nos desveló que hacía ya un bienio que había descubierto el secreto que se escondía detrás de la tradición, echando por tierra todos los desvelos de sus padres por mantener viva la llama el mayor tiempo posible. Recuerdo también el momento en que descubrí en mi lejana infancia valenciana, días antes de que Melchor llegara a mi casa, encima del armario de la habitación de mis padres, uno por uno todos los regalos que en mi carta había solicitado por mi excelente conducta, que todavía se encontraban sin envolver; y lo comparo con mi torpeza a la hora de esconder los propios debajo de la cama, lugar donde mi hijo confesó que los había descubierto hacía ya un par de años. El muy canalla se lo tenía bien callado, participando del engaño sin que nosotros lo supiéramos, pues pensaba que igual una confesión provocaría la no recepción de los mismos. Cuando ahora veo los vídeos grabados de esos días compruebo lo buen actor que es mi pequeño.

Es posible que doña Manuela se haya pasado de frenada innovando este año, es posible que no haya sido una cabalgata como Dios manda (Rajoy dixit), pero si cumplimos a rajatabla la tradición en vez de caramelos estarían los reyes lanzando a los niños oro, incienso y mirra, que no estaría del todo mal.

Y vale sí, los trajes era feos, feos de cojones, pero eso, eso ya es cuestión de gustos.