Recientemente han sido apañadas las calles Quevedo y Lope de Vega en su confluencia con la Plaza Mayor las cuales presentaban ya un aspecto lamentable, pues parecía que no habían sido arregladas desde los tiempos de los ilustres escritores a los que vienen dedicadas. A estas composturas se ha añadido el de la calle Pedro Carrasco Bravo, reemplazando los antiguos escalones por la actual rampa. Todo ello, en conjunto, hace que luzca un poquito mejor la zona, pue es primordial que un pueblo tenga un centro histórico coqueto que atraiga visitantes y del que los lugareños nos sintamos orgullosos.
Y hablando de visitantes, este caluroso verano, vagando yo una mañana de domingo por la plaza Mayor bajo un sol de justicia, una pareja de turistas que habían estado recorriendo los alrededores de nuestra majestuosa iglesia me preguntó que si no había bares por la zona, que llevaban ya un buen rato dando vueltas por el lugar y no solo no habían visto sitio alguno donde tomar un refrigerio, sino que además no se habían cruzado con alma alguna, que dónde se metía la gente del lugar un domingo por la mañana, que si es que no había nadie en el pueblo y que si no tomaban algún líquido con urgencia perecerían deshidratados.
Amablemente les acompañé hasta el inicio de la calle Beitia Bastida, a la altura de Deportes Donate, y les invité a que dirigieran su mirada hacia el Ramón y Cajal. Desde allí se podía contemplar a un buen número de lugareños practicando el bello deporte local del “paseo arriba, paseo abajo”, quizás más de los que realmente lo realizaban, pues la perspectiva de la avenida desde ese lugar engaña un poco a la vista y provoca un pequeño trampantojo, haciendo creer al ojo que es más gente la que discurre de la que realmente lo hace. Además, les indiqué que para tomar algo fresco que apaciguara el sofoco que acarreaban coexistían varias terrazas por el paseo con una interesante oferta gastronómica.
He de subrayar lo mortecina que se encuentra nuestra plaza Mayor durante los fines de semana, sobre todo los domingos y sábados por la tarde, pues lo único que le da un poco de vidilla es la tienda, muy popular entre nuestros adolescentes, que se ubica en uno de los locales comerciales y que regenta un oriental, y esa vida que le brinda a la zona es totalmente distinta a la que nos agradaría y que sí que podemos disfrutar en otras plazas mayores de localidades vecinas.
Nuestro casco histórico, al contrario de lo que ocurre en otros pueblos y ciudades, no es precisamente el lugar con más vida de La Roda los fines de semana, pues esta se ha desplazado hasta el Ramón y Cajal. Igual una peatonalización total o parcial de la plaza animaría un poco el ambiente de la zona, sobre todo en verano: la chiquillería podría jugar a la fresca sin el peligro del tráfico y los padres disfrutarían de la charla sin el miedo a que un coche lastimara a alguno de sus retoños. Los que somos padres y hemos tenido niños pequeños agradecemos las terrazas localizadas en zonas peatonales.
Mientras que llega una posible peatonalización y la zona se inunda de terrazas, no estaría de más que nuestro ayuntamiento colocara por los alrededores de la Iglesia unos cartelitos avisando de dónde se encuentra el establecimiento más próximo en el que poder tomar una cerveza fría o algún refresco, no sea que algún domingo soleado de verano tengamos una desgracia y nos perezca algún turista de sed por la zona. Y de turistas, precisamente, andamos escasos.
